sábado, enero 12, 2008

El Tonto del Pueblo .-


Mi abuelo paterno, apenas le conocí pues “se marchó” como dice mi padre cuando yo tenía diez añitos, era un hombre, al parecer, de rompe y rasga. Genio y figura como suele decirse. Además de una persona con carácter, y no me lo confundan con genio y mucho menos con el malo.

Pues lo dicho, era de quienes tenían una sentencia para cada ocasión. Y cuando digo sentencia quiero decir sentencia que no frase.

Yo, la verdad es que nunca llegué a escucharle ninguna, o al menos no la recuerdo. Pero sí me han llegado algunas de ellas por mi padre, testigo de excepción de momentos de los que merecen repetición y moviola (¿recuerdan qué coñazo de programa? Como ver morir al malo 357 veces en dos minutos. ¡Y siempre muriendo igual, ni una variación, ni nada! )

Incluso me han llegado eso que cierto humorista dio en llamar “cazoz verídicoz”. Sí hombre, esas historias que siempre les ocurren a amigos nuestros pero que parece que nos hayan ocurrido a nosotros, tanta profusión de detalles que somos capaces de dar.

Bueno, pues hay uno de esos “cazoz” que a mí me gusta contar y repetir siempre que veo una ocasión pintada al dedo (vaya redundancia más estúpida, ¿no?). Ahí va. Espero que les guste.

Dos amigos de ciudad, pongámoslo fácil, que sean además de los míos, de los que “me ponen”, digamos que emperdedores, o consulteros, o enterados. Pues eso, salen un Domingo a comer a un pueblo cercano y allí Enterado I le dice a Enterado II: chico, no te lo creerás pero, yo que ya he venido a este pueblucho de mala muerte en varias ocasiones he encontrado algo que hacía tiempo que no veía.

¿El qué? pregunta Entereado II

No te lo creerás, tron: un tonto. De esos que se pegaban media vida en la plaza del pueblo y la otra media sorbiéndose la baba que le caía. Un tonto de los tontos.

¿Un tonto de pueblo? pregunta Enterado II.

Sí de los que no necesitan entrenar, de los que ya nacieron entrenados.

Vale, sigue pues dice Enterado II

Eso, pues nada, que es de lo que no hay. Lo he puesto un par de veces a prueba y se le hace invisible lo evidente. Yo no entiendo cómo se puede ser tan tonto. Pero es mejor que lo veas por ti mismo. Seguro que si vamos a la plaza lo encontramos allí.

Así pues, Enterado I y Enterado II (joder, esto me recuerda a mis cromos de futbolistas de los 70 con Rojo I y Rojo II - entre las zapatillas del post anterior y mis cromos llevo un día...) se acercan a la plaza. Y, oh sorpresa, allí está Tonto Tontáinez, “sentadico” en la fuente que suele adornar todo centro del pueblo que se precie.

Enterado I a Enterado II, ¿me recibes?

Joder, cómo no te voy a recibir si estoy justo detrás de ti.

Bueno, pues eso, déjame hablar a mí.

Entonces, como siempre, ¿no? - replica Enterado II

Buenos días, buen hombre.

Buenos días nos dé dios.

No sé si se acordará de mí. Estuve por aquí hace unos días hablando con Usted...

Hombre, claro que “m’acuerdo d’Usté”

Enterado I, sonrisa mal reprimida, le contesta “me alegro, me alegro de que se acuerde Usted, porque venía comentándolo con, aquí mi amigo, y le decía que estuvimos haciendo un ejercicio muy interesante de ingenio. ¿Lo recuerda?

Pues mire, no. Aquí me falla la memoria y es que, ¿sabe? la sesera no dá “pa más”.

No se preocupe, buen hombre, que lo recordamos en un momento (guiño de Enterado I a Enterado II)

Mire, yo, tal y como hice entonces, voy a ofrecerle una cosa en cada mano. Y Usted elegirá la que quiera.

¿A ciegas?

No hombre, le he dicho que es un juego de ingenio, no de adivinación. Usted, antes de elegir, verá lo que hay en cada mano.

Ande pués, no “m’haga” esperar.

Enterado I mete su mano en el bolsillo y saca dos monedas, una de peseta y otra de duro , coloca una en cada mano y se las tiende al tonto.

Tonto Tontáinez comienza a entornar los ojos y a mirar de reojo alrededor, como si no se fiara o esperara alguna aparición demoniaca. Luego, vuelve la mirada hacia Enterado I y tras unos interminables segundos escudriñando a su interlocutor acerca su mano hacia la derecha de quien tiene enfrente. Una duda parece asaltarle a mitad de camino. Pero el movimiento corregido no se ve terminado y de nuevo cambia de opinión.

Imaginen la sonrisa de Enterado I al ver el desasosiego mental del tontorrón del pueblo. Mientras, tras varias rectificaciones y movimientos dubitativos, el tonto se decide finalmente por la mano izquierda de su interlocutor. Tonto parece pedir permiso para recoger el premio prometido con la mirada. Enterado I, en un gesto magnánimo y condescendiente asiente con la mirada dándole a entender que tiene su beneplácito para tomar su recompensa. Como si hiciera falta: él, un hombre honesto y de palabra nunca se desdirá de una promesa.

Tonto, en otro gesto apenas asomando en la mirada parece preguntar si puede ya irse a disfrutar de su tesoro. Un leve asentimiento de Enterado II, que ya se ha percatado de la jugada y está en condiciones de apiadarse del desgraciado que encamina sus pasos a la sombra de un alcornoque (amarga ironía piensan Enterado I y Enterado II) confirma el permiso que Tonto apenas había amagado.

Una vez solos Enterado I y Enterado II dice el segundo: no me lo “puedo de creer“. Pero, ¿cómo puede ser tan tonto? ¿Cómo puede ser que haya cogido la pela? ¿Te has dado cuenta de cómo ha dudado? Pobre diablo. Y él tan feliz.

¿Qué te había dicho? Tonto de los de capirote exclama Enterado I rebosando de sí mismo.

Lo siento tío, no me lo creo. No me creo que alguien pueda ser tan tonto. Que no hombre, que no.

Pues ya lo has visto. yo, la semana pasada tres veces se lo hice. Y todas igual, con el mismo resultado.

¿No habías dicho que sólo habían sido un par de veces?

Vale, me has pillado. No quería que pensaras que estaba riéndome de él.

Bueno, vamos ya al comedor que tenemos hora ya y esta gente no espera.

Vale, sí que se ha hecho tarde. Pero adelántate tú que yo tengo que cambiar el agua a las olivas antes.

Pues en el restaurante.

No, que no puedo esperar.

Vale como quieras, pero no tardes, refunfuña Enterado I

Así, y como ustedes ya habrán imaginado, Enterado II se dirige hacia Tonto Tontáinez una vez que se ha cerciorado de que Enterado I no sospecha de sus intenciones.

Oiga, disculpe que le moleste de nuevo. Pero es que creo que no ha quedado claro el resultado. ¿Le importaría que repitiéramos el juego?

Oiga, es que ya me canso. Me parece a mí que se están Ustedes riendo “d’un” servidor.

No hombre, cómo puede pensar Usted eso. No fastidie. Se trata simplemente de que tenemos que estar seguros del resultado.
Así que, Enterado II saca otra moneda de duro y otra de peseta y repite la operación. De nuevo movimiento dubitativos por parte de Tonto. Una, dos, tres veces aproxima y retira su mano de la de su opuesto (¿o más bien opositor?). Finalmente, y para desilusión de Enterado II Tonto recoge la moneda de peseta. De nuevo cruce de miradas y asentimientos con leves movimientos de ojos y cabeza.

De nuevo también Tonto encamina sus pasos hacia su fina ironía (tan fina que debo explicarla: el alcornoque). Pero aquí todo cambia: Enterado II no puede dejar así a ese pobre hombre. Encamina sus pasos hacia él. Tonto, en un acto reflejo e involuntario tensa la mano dentro del bolsillo con las monedas y las aprieta, más si cabe, contra su pierna, protegiéndolas de una devolución forzosa y temida.

No se preocupe, que no vengo a quitarle lo que ya es suyo. No, en realidad vengo a hacerle un favor.

¿Qué favor?

Mire, hombre de dios, ¿no se da cuenta de que le hemos ofrecido siempre una moneda de más valor que la otra?. Pero Usted, una y otra vez ha cogido la de menor valor.

Enterado II mira con pena a su interlocutor y no puede reprimir la siguiente pregunta: ¿No se da cuenta de que así no llegará nunca a ningún sitio? Tiene Usted que aprender el valor de cada cosa. Aún no puedo creer lo que hace Usted ¿cómo no ha cogido la moneda de 5 pesetas?

Tonto Tontáinez mira alrededor, de nuevo como si no confiara ni en los árboles que le rodean y pregunta: oiga, esta es la primera vez que le veo por aquí ¿Va a venir más por aquí?

Pues no, la verdad es que no sé a qué viene esa pregunta pero no, no volveré por aquí pues vivo muy lejos y he venido por casualidad acompañando a mi amigo.

Enterado II cree percibir un fugaz brillo en los ojos de Tonto Tontáinez antes de escuchar: bueno, com oya no volverá por aquí no pasa nada por que se lo diga. Pero de esto, ni una palabra a su amigo, que ese si que viene de ciento a viento. Si se lo dice le dirá que ha venido de nuevo aquí.

Así que, tras un silencio como los de los spaghetti western, Tonto Tontaínez, el malo de la peli le pregunta. ¿Me habrían repetido Ustedes el “interesante ejercicio de ingenio” en caso de haber elegido desde el principio la moneda de mayor valor?

A partir de aquí, queridos lectores, que cada cual le dé el final que quiera pero yo me he quedado un poco mosqueado y me asalta la duda: ¿debería haber utilizado el plural en el título del post? ¿O mejor sigo escogiendo el título de menor valor no vaya a ser que no repitan visita Ustedes?

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