domingo, mayo 11, 2008

Idioma y pensamiento.-


No sé si se habrán dado cuenta de la importancia de nuestra lengua materna en la vida cotidiana. Así por ejemplo, como quien no quiere la cosa, parte de nuestra mala educación a la hora de dialogar está originada por las reglas y normas lingüísticas que utilizamos inconscientemente. Normalmente enlazamos las palabras de acuerdo a este axioma: sujeto, verbo y predicado. Al menos así nos lo enseñaban en el cole allá por los años 70. Ahora, con esto de los tiempos modernos la estructura será mucho más abstracta. Pero seguirá diciendo lo mismo: primero lo primero.

Dicho así seguro que el asunto no tiene relación alguna con lo de la mala educación, especialmente la del almodóvar. Y no me refiero a la película precisamente. Pero, pongamos un ejemplo totalmente contrario a la estructura fundamental de nuestro idioma.

Nuestros colegas alemanes apenas sí se interrumpen los unos a los otros cuando hablan. Yo creía que era porque allí no tienen a la patiño pero, luego, pensándolo bien, enanos mentales también han tenido, aunque con bigotillo en lugar de con melena. Pero bueno, la cosa no tiene mucho que ver con eso. Ni con la educación que reciben en el colegio, ni con el respeto que les inculcan en la escuela (cómo me gusta esta palabra), ni con la disciplina que maman desde que son pequeños. Nada de eso. Ah, por cierto, disciplina no es sinónimo de militar, ni de retrógrado, ni de fascista, ni de... Pues eso, más que nada por si acaso.

Al tajo, que me voy. Respetan hasta el final la interlocución porque no pueden interrumpirla si lo que pretenden es comprender exactamente lo que el interlocutor quiere decir.

Vale, vale, entre nosotros no tiene tanta importancia lo que diga el otro sino lo que digamos nosotros, pero no en todos sitios es así. En otros países y culturas se tiene en cuenta al prójimo. Pues eso, que no les queda más remedio que esperar y morderse las uñas, repelos incluidos, si no quieren irse por los cerros de Úbeda y perder el hilo común de la conversación. ¿Y saben el porqué? Sencillo: su axioma fundamental es diferente. ¿Cómo? Pues sí: allí cambian el orden, que pasa a ser sujeto, predicado y verbo.

Bueno, ¿y que importancia tiene esto? Pues toda, porque el sentido de la frase queda oculto o semioculto hasta la aparición en la frase del verbo. Exacto, ese palabrejo que determina la acción y el tiempo. Añadan ahora el uso y abuso de subordinadas y la costumbre de entreverarlas a bocajarro entre las partes de la oración principal. Dicho en prosa, que enchufan párrafos enteros entre el binomio sujeto-predicado y el verbo principal. Exacto, ese que va al final. Tan al final que hay veces que hay que rebobinar en nuestra memoria 45 segundos para recordar a qué sujeto-predicado iba unido.

Ya ven que así no caben interrupciones por mucho que tiremos de contexto. Sin embargo, en nuestro idioma el contexto es mucho más directo y nos permite adelantar acontecimientos, tanto que podemos prever lo que el pavo de enfrente está a punto de soltarnos. Así que nosotros, que somos más listos que Perry Mason somos capaces de descubrir al asesino mucho antes de que la víctima estire la pata. Y claro, no vamos a esperar a los créditos del final de la peli para decir quién es el malo-malote de la peli. Así que, inspiramos profundamente, ponemos careto de Flowerpower, la viramos a Yupipertutti y le enjaretamos al interlocutor lo que estaba a punto de decirnos. Y, joder, qué bien sienta. Y si no se lo creen pruébenlo. Pero cuidado, crea adicción. Y si no lo creen observen el panorama televisivo.

Por cierto, ¿nunca se han preguntado por qué los teutones son tan buenos planificando? Ala, ala, denle a la croquet y descúbranlo por Ustedes mismos. ¿Cómo? ¿Que no pueden? A mí no me la dan: seguro que están esperando a que yo abra la boca para adelantarse a mis palabras.
.....
Bueno, veo que en estos 15 segundos todos Ustedes han podido con Su impaciencia. O bien no saben a qué me refiero.

Para los de la primera opción, sigan esperando que quien la sigue la consigue. Y para los segundos, ahí va: porque almacenan y guardan la información que reciben de su interlocutor hasta que éste tiene a bien soltar el último verbo, esa pieza del puzzle que hace que todo tenga sentido. Recuerden que hasta que no llega el verbo no saben si a la casa que nombraron 45 segundos antes la van a pintar, a quemar, ya la han pintado, ya la han quemado o se la ha llevado la burbuja inmobiliaria.

Por eso, además de la retentiva nos llevan clara ventaja en armar estructuras, mentales, pero estructuras al fin y al cabo, en un plis-plás ya que conforman el significado uniendo una jartá de palabras en un lapso efímero. Y estas estructuras, además deben seguir las normas, aunque estas no sean lingüísticas y sean tan banales como la regla del sentido común.

Y mientras, mientras nosotros movemos, retorcemos, destrozamos o dinamitamos con cartuchos de cambios los planes como nos quitan o quitamos el protagonismo en cada conversación: en un plis-plás también, aunque el nuestro sea más estúpido, pero igual de rápido, eso sí. Y, es que, el que no se conforma es porque no quiere. Ya saben pues, que la planificación no es buena, bueno, al menos es rápida, que en este país somos unos artistas en lo de ver las uvas verdes, como la zorra de otro post anterior.

Liebe Grüße meine Freunde.

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