domingo, mayo 11, 2008

Creatividad Operativa: SMED .-


Algo que parecía imposible deviene en posible. De eso trata este post. Ahora bien, no quiero escuchar ni un solo: "joder, así sí; así cualquiera". Ya les anticipo que no vale. ¿Y por qué? Pues por lo mismo de siempre: ¿están Ustedes seguros de haber captado la esencia? ¿O se han limitado a asentir, comprender el ejemplo, que no el concepto?

En otras palabras, si yo no tengo idea de cocina y les invito a cenar a casa, cocinando yo, obviamente, ¿creen Ustedes que por poner nombres estúpidos a mis destrucciones (¿o eran creaciones?) van a comer mejor? Lo mismo le ocurre a los especuladores culinarios en el gremio de la hostelería que pasan a llamar a las “almondigas con tomatico” de su mujer, la Mari de siempre, “deconstrucción de Filet mignón a la salsa de pomodoro toscano”. Por no decir de las “coqleticas de jamón” que ahora han ascendido, con condecoraciones, galones y todo, a “Rulos crujientes en emulsión de harina blanca con explosión de taquitos de ibérico”.
Ahí va pues. SMED, acrónimo (no, no es un insulto) de “Single Minute Exchange of Die”, o lo que es lo mismo, “Cambio de modelo/molde en un número de minutos de un sólo dígito”. ¿Recuerdan lo que les dije del idioma inglés? Nada, que no hay manera de que comprimamos conceptos en un número de palabras manejable.

A lo que vamos. Se habla siempre de un modelo, de una herramienta o sistema para reducir los tiempos muertos de máquina originados por un cambio de modelo en la línea de producción o máquina. Pero es más que eso. Si sólo nos quedamos en el ejemplo, evidentemente, se trata tan sólo de eso. Pero si buscamos la esencia tenemos una filosofía. Pero no de las de quemar las pestañas ni el coco. No, esta vez no. Se trata de una filosofía operativa. Algo que debe acompañarnos como si fuera un principio propio, inculcado, aprendido o aprehendido, que igual da que da igual.

¿Y en qué consiste? En hacer posible lo imposible prácticamente. “Ahí es ná”. Y se queda Usted tan ancho, Capitán. Pues sí, la verdad es que, después de soltarlo me he quedado de lo más relajado.

Hombre, quizá me haya pasado un poquillo; o un poco. Bueno, quizá mucho. Demasiado, o lo que Ustedes quieran. Pero si ceñimos la aseveración que les ha levantado del asiento a un marco definido, la barbaridad es menor, mucho menor. Pongamos que lo reducimos a algo tan concreto como el cambio de utillaje, moldes, etc. en las grandes prensas utilizadas en la industria del automóvil. Esas que requieren de varias personas para ser manipuladas. Y que, y aquí está el quid, deben permanecer paradas, improductivas mientras se realiza la operación de cambio.

A priori, la situación era esta: por cada modelo de pieza diferente que quiero realizar con la misma máquina debo pararla para acometer el cambio de útiles que me permita variar el modelo. Y durante ese tiempo no produzco. Como además las máquinas y las matrices (estamos hablando de piezas de estampación para coches, por ejemplo) son pesadas y grandes amén de poco manejables, el tiempo muerto o de parada es elevado, y por tanto la producción perdida. Estamos hablando de que los tiempos muertos suponían paradas de hasta 24 horas.

Seguro que si fuéramos nosotros los que quisiéramos mejorar la productividad algunos pensaríamos en aumentar el parque de maquinaria (Noooooo, eso es aumentar la producción, no la productividad). Otros en darle a la manivela más rápido (sería fantástico pero el resultado sería como el de darle la papilla al niño a ritmo de samba). Otros más atrevidos eliminarían el mantenimiento, total, “pa lo que sirve”.
Pero nadie, seguro que nadie, propondría hacer el dichoso cambio de forma más rápida. Bueno, eso sí. Pero nadie se atrevería a desafiar las leyes de la física y reducir lo que cuesta 24 horas a menos de 10 minutos (en número para que el efecto del single minute sea más gráfico). ¿O sí? Seguro que si escucharan semejante barbaridad pensarían: los voy a machacar y aún así no lo reduciré ni en una de las 24 horas. O bien: si eso es posible, que es imposible, querría decir que hasta ahora me habían estado tomando el pelo.

No se preocupen, es lo más lógico pues nuestra mente no está preparada para escapar fácilmente de lo preestablecido, ni para pensar de manera tangencial, es decir, en una dirección distinta pero manteniendo un punto de contacto, minúsculo pero punto al fin y al cabo.

Pero, como en todos lo cuentos con final feliz, siempre hay algún transgresor, alguien que pone en su sitio al que hace siempre lo mismo y del mismo modo. Y en este caso se llama Shigeo Shingo, de Albacete, creo.

¿Y qué hizo de especial este hombre? Simplificando hasta la saciedad, y que aquí no se me enfaden los enterados, observar, recopilar, resumir, sintetizar y resolver. Y al final dedujo que podía hacer una simple pero efectiva separación. ¿Y qué criterio utilizó? Pues el más lógico: lo que se puede y lo que no se puede hacer con la máquina en funcionamiento. Así, todo aquello que no precisa de un paro de producción se realiza en paralelo, mientras la máquina está funcionando.

Ahora seguro que alguien dice que eso incrementará los costes por duplicidad de partes, una en la máquina y otra en preparación. Efectivamente, pero esto es una simple función de cálculo: ¿cuál es el pay-back de la inversión? O en otras palabras, ¿merece la pena hablando de pasta?

Con lo que, las únicas operaciones que se realizan a máquina parada son las inevitables. Y, créanme, muchas de las inevitables pueden convertirse en evitables con algo de imaginación. Y herramientas especiales. Y útiles apropiados. Y técnicas de ingeniería. Como las que permiten fijar tornillos con una sola vuelta de tuerca (algo parecido a lo que ocurre con los F1. Ahora sí, ¿no?).

Hombre, fácil no era, si no ya se me habría ocurrido a mí. O sea, que mientras se está produciendo se trabaja en la preparación de los cambios que se realizarán en la máquina parada. Eso es, ni más ni menos.

Y ahora debería llegar el consabido: "joder, así sí; así cualquiera". Pero sé que ninguno de Ustedes ha movido el bigotillo para decir algo similar. No esperaba menos de Ustedes. Porque Ustedes no se quedan sólo con la musiquilla de la tabla del 9, sino que se aprenden los resultados de todas y cada una de las multiplicaciones. Es decir, que son de los aplicados. Vamos, que se saben la letra y no sólo la tararean.
Y por eso se han dado cuenta de que con creatividad (ni siquiera hace falta la originalidad, o es que separar, dividir o segmentar tiene algo de original?) se pueden mover montañas. Tan sólo hace falta que la dichosa creatividad sea tan grande como la palanca de Arquímedes, esa que le permitiría mover el mundo. Y puede que ni haga falta que sea tan grande. Tan sólo que exista. Grande o pequeña, dependiendo de hasta dónde quieran o sepan llegar.

Así que, ya lo ven, un estupendo ejemplo de creatividad operativa. Y gratis, que en estos tiempos de inflación no es nada fácil.

Y prepárense, porque si el SMED les parecía difícil, aún queda el One-Touch Exchange of Die, (OTED), que defiende que los cambios deberían realizarse en menos de diez segundos.

Vayan buscando una palanca que el mundo que queda por mover está ahí fuera. Y bien cerquita.

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