domingo, enero 15, 2006

Las 3 claves de la empresa

No, no se asusten todavía: no se trata de otro bombillaza de gurú ni de una pócima mágica que hará que nuestra empresa nos permita retirarnos a los 40 con el futuro solucionado.

Seguramente recordarán aquellos locos 80s en otras partes del mundo, 90s aquí por aquello de los husos horarios probablemente, con sus conceptos y herramientas de lo que se llamó calidad y hoy mejora continua. Por si el Alzheimer profesional ha comenzado a hacer mella en Ustedes les diré que se trataba, básicamente de quitarnos nuestra chaqueta de invisibilidad de errores y cagadas varias y aceptar que, como humanos, metemos la pata. Y bastante, por cierto. Una vez reconocida nuestra falibilidad, la mitad del camino estaba recorrido pues habíamos aceptado que existía un problema. Ahora bien, cuando de nuevo se necesitaba la varita era cuando nos proponíamos solucionarlo. Pero eso, eso era otro cantar.

Quizá ahora, tras la perspectiva del tiempo, podamos ver que lo único que hicieron nuestros congéneres de USA y Japón (sí, los americanos no son siempre los malos, como nuestros “haz-lo-que-digo-y-no-lo-que-hago” quieren interpretar y hacernos creer) fue aplicar la esencia de la filosofía: sólo sé que no sé nada. Ergo, si no sé nada, mejor será que comience desde cero (no dé cosas por supuestas), que asuma mi condición (yerro y por lo tanto lo seguiré haciendo) y que deduzca y actúe (quizá debamos meterle mano al problemilla, ¿no?). Así pues, vayamos al origen o causa primigenia y, reconocida nuestra ignorancia, tratemos de enmendarla a través del pensamiento.

La verdad es que leyendo el párrafo anterior entra un miedo atroz: pensar. No se preocupen, no es para tanto: sé de algunos que han osado hacerlo y todavía viven. Vale, vale, ironías y sarcasmo aparte. El mundo empresarial está lleno de referencias que debemos imitar; es lo que viene condensado en libros, conferencias, cursos, etc.

Hasta aquí bien: la ayuda siempre es útil pero en muchas ocasiones, más que imitar debemos pensar por nuestra cuenta. Pero bueno, ¿cómo vamos a pensar sobre algo que desconocemos? ¿Cómo quiere este hombre que conozcamos antes de conocerla la ciencia que otros has desarrollado durante años? En realidad, y esto ni es nuevo ni mío, la vida es continuo aprendizaje. Y da la casualidad de que cualquier pensamiento comienza con una idea o concepto sencillo. Así pues, si es sencillo, puede y debería estar en la mente de cada uno de nosotros. No obstante, si todavía no creen que esto sea posible, tomen ayuda prestada de nuestros ancestros, esos que sin ordenadores, libros ni móviles eran capaces de desvelar cada rincón de la vida y, más difícil todavía, definir con claridad y sencillez lo complejo.

En otras palabras, puede que las tendencias (cambiantes, que no evolutivas, es decir, que no tienen por qué tener un patrón y objetivo común) nos permitan avanzar en determinados aspectos y caminos, pero, si siempre imitamos, ¿podremos estar seguros de que el camino lo marcamos nosotros? ¿Podremos decir que sabemos a dónde vamos?

Sin embargo, si bebemos solamente de las fuentes que conocemos, de aquellas que nos son propias podremos, al menos, elegir. Quizá, sin tanta ayuda que no comprendemos sino que tan sólo acatamos no lleguemos tan lejos. Puede ser; pero seguro que cuando lo hagamos estaremos más cerca del destino que un día prefijamos. En definitiva, alimentemos el cerebro desde el interior y no desde el exterior.

Y dentro de la empresa, ¿qué? Parece que siempre estemos hablando de filosofía y nunca bajemos al suelo. Pues en la empresa todo, todo se limita a tres deseos en origen, esos que siempre que se nos aparece un genio nos ofrece concedernos. ¿Y cuáles son? El deseo de generar más recursos, el de optimizarlos al máximo y el de coordinar todo ello a través de una estrategia. En otras palabras: marketing, operaciones y estrategia.

¿A que es sencillo, eh? La verdad es que bastante. Pensémoslo de nuevo.

Independientemente de todos los organigramas y departamentos posibles, la esencia agrupa a los mismos en las tres acciones citadas: generar, optimizar y coordinar hacia un fin concreto y distante.

Echemos una mirada alrededor: la propia naturaleza esconde la misma síntesis. Proveerse o generar recursos, desde alimenticios a infraestructurales. Con ello crecen y viven y construyen su hábitat. Optimizar: la ley del mínimo esfuerzo. Que yo sepa todavía no se conoce un pájaro que tenga un nido para cada estación o uso, o quien llene la despensa si no va a necesitarla más adelante. Y una estrategia común y repetida: la supervivencia.

A mi me resulta extrañamente familiar. Miro mi trabajo y siempre estamos promocionando nuestros recursos, maximizando su efecto o resultado y yendo en pos de un dorado más o menos lejano. Y por supuesto, la estrategia con un ojo en la supervivencia y otro mirando atrás por si alguien viene pisándonos los talones. En definitiva, que queremos seguir estando aquí hoy y siempre, o mientras nuestro ADN no indique que estamos cerca de nuestra fecha de caducidad. En los seres vivos, dicta el ADN. En la empresa, como en tantas otras organizaciones humanas, los tres deseos que ningún genio que no seamos nosotros mismos concede.

Bueno, esto ya lo sabía yo. Para llegar a la conclusión de marras no hacía falta leer todo este rollo. Pues sí, tienen toda la razón. Al fin y al cabo, si se han sorprendido haciendo semejante afirmación es porque utilizan lo que ya conocen y comprenden y son capaces de desarrollarlo por Ustedes mismos. Y sin tener que aceptar las tesis del Capitán Gonzo o de quienquiera que sea. En suma, y como hemos dicho en frases anteriores: pensemos y no compremos todo lo que nos ofrecen que, como en los bazares, mejor comprar como tonto que ser engañado como listo.

Así pues, en la próxima reestructuración de la empresa piensen antes de incorporar nuevos puestos y funciones que, seguro que al final o bien quieren de ellos que generen más, o que gasten mejor o que le lleven a donde Ustedes quieren que vayan.

Yo mientras tanto, esta noche, en lugar de contar ovejitas repetiré eso de sólo sé que no sé nada hasta que me quede dormido. Pero por si acaso, tengan Ustedes feliz insomnio.

lunes, enero 02, 2006

Yo me reúno, tú te reúnes, él se reúne…

Seguro que estoy de nuevo sacado el pie del tiesto pero ahí va una pregunta directa: ¿cuánto tiempo han dedicado últimamente a algo que no sea reunirse? Ya sé que entre el escuálido número de lectores de este blog no cuento con nadie que sepa de lo que hablo, por experiencia propia, digo. Me alegro entonces de que sus reuniones sean escasas, tan sólo las necesarias. Seguro que además son eficaces y efectivas; en fin, que se atreven a dar solución y lo hacen en un tiempo record. Enhorabuena pues.

Y seguro que podemos añadir que son planificadas con tiempo suficiente, puntuales y de reducido aforo. Que vaya sólo quien tenga que ir, y hablar, por supuesto.

Ahora una deferencia con Ustedes, sufridos y escasos lectores míos. Veamos si logro transmitirles lo que suele ocurrir en las reuniones, en esas tan ineficaces, que ocurren en otras empresas, en esas que no tienen nada que ver con la suya.

A pesar de que pueda extrañarles todo lo que leerán de aquí en adelante, créanlo, es cierto. Sí, sé que es difícil pensar que las empresas que utilicen las reuniones como emboscadas internas puedan sobrevivir. Eppur si muove. Que es lo mismo que decir, “y sin embargo se mueve (n)”. Ya saben, la realidad siempre supera a la ficción.

Hablábamos de emboscadas y así es. Se convocan a golpe de encontronazo de pasillo o pasillazo, oye, me viene genial verte, a las 6 tenemos una reunión con comercial para el asunto de la cuenta Acme. No faltes, es superimportante. Y aquí, al buen hombre, al recién convocado se le trastabillan las estrategias para eludir la reunión, si es que tenía alguna, y se come un morterazo del 88 que le deja menos dientes que al abuelo cebolleta: otra reunión y con lo que tengo pendiente, a mí me va a dar algo, y luego querrán los objetivos del trimestre pasados en informe y cumplidos, además de planificados los del siguiente. Viva la organización y la planificación (¿recuerdan aquello de la planificción?).

Hemos dejado a nuestro hombre en el cambio de animato (animado, vivo) a diminuendo (disminuyendo) llegando a lento (lento) para culminar su solo anímico en un mesto (triste) agónico y doliente, más troppo (demasiado) que poco (poco), el cual casi se convierte en un morendo (muriendo) sostenuto (sostenido).

Así, encamina sus pasos en un andante (pausado) calando (disminución gradual) que deja traslucir lo poco que tiene de giocoso (jocoso) este trance; el semblante pesante (pesado) y el espíritu sotto voce (a media voz) smorzando (atenuando) la procesión que va por dentro.

Y así también, tras la pausa del mediodía, el sufrido Peláez, llega al antro de reunión, a la cámara, más de tortura que de música, pero cámara al fin y al cabo. Como no podría ser de otro modo, y a pesar de haber impreso un ritmo agitato assai (muy agitado, tempo muy rápido) a su solo “Cantata díscola en do menor”, con brio apassionato da capo (desde el inicio), hace su entrada en un compás diferente, como sempre. Así, el resto de la orquesta comienza su intervención senza sordino, con un slancio (ímpetu) que le hace temblar el pulso súbito accelerando il suo tempo con fuoco (fuego).

En otras palabras, cuando entra, la reunión lleva ya 15 minutos de trabajo, comenzados tras los 20 minutos de cortesía con los que se inicia toda reunión que se precie: lo de la puntualidad para los ingleses. Y lo que Peláez tiene que oirse es de órdago: míralo, siempre tarde, aquí curramos los de siempre, ¿para eso viene?, etecé, etecé, etecé.

El tono entre los maestros es forte (fuerte, alto), lo cual hace que desaparezca toda armonía al hablar y opinar todos l´istesso tempo (al mismo tiempo). Así pues, la sinfonía de arias, todas ellas, en canon (pieza o técnica musical donde una melodía que comienza mas tarde imita exactamente, al unísono o a otro intervalo a otra que ha comenzado antes) convierten el silencio en algo más que deseado. Al final, el director de la desgañitada orquesta arremete con su batuta contra el atril, o sencillamente aplasta la mesa con la palma abierta de su mano, en un gesto que no deja lugar a dudas: es hora de tomar una decisión, el tiempo ha pasado y la decisión urge.

Entonces, todos intentan acompasar sus notas in crescendo para culminar en un allegro vivace (vivaz) e leggiero (ligero). ¿Y la decisión/solución? Simplemente cualquiera. Eso sí, se levanta acta del asunto y el solista de turno queda retratado para la posteridad, que, por otra parte, no suele ser demasiado extensa. Ya pueden Ustedes imaginar el porqué.

Ahora seguro que creían haber adivinado que les preguntaría ¿les suena? Pues lo siento, no se lo preguntaré, que ya ha habido suficiente música por hoy.

Nota: para los lectores no habituales, en cursiva, términos musicales. Al fin y al cabo, la música es una representación más del ánimo y del espíritu, si es que no lo han gastado todo en estas navidades ;-)